
La diosa gran ciudad nos escupió
a este desordenado mar de piedra.
Tragamos su aliento,
pero luego nos abandonó.
La puta gran ciudad nos hizo un guiño con el ojo,
entre sus brazos suaves y perecederos
renqueamos de placer y pesar
y no quisimos compasión alguna.
La madre gran ciudad es dulce y clemente con nosotros
y cuando estamos vacíos y fatigados
nos toma en su regazo gris.
¡Y el viento silbará eternamente sobre nosotros!
La gran ciudad, Sabina Scherzer (tradução)

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